domingo, 26 de julio de 2009

Soberbia actuación y descomunal triunfo de la novillera Rocío Morelli en Caxuxi Hidalgo, el pasado lunes 20 de julio.-

La novillera Rocío Morelli, en Caxuxi, Hidalgo


Hay ocasiones en las que es difícil, si no imposible, encontrar las palabras adecuadas para describir un suceso del que se ha sido testigo, o para narrar una vivencia trascendente, ¿quién puede describir exactamente la sensación que tuvo en su primer beso?, ¿quién puede narrar a precisión los detalles de su sueño mas íntimo?, del mismo modo, me es imposible describir de manera exacta, la actuación de la novillera Rocío Morelli el pasado lunes 20 de julio en Caxuxi, Hidalgo, por lo que renunciando a ello, me permito tan solo relatar algunos pormenores del festejo, de forma mas o menos somera y dentro de la mayor objetividad posible:

Empezaré mencionando que en aquel festejo no estaba originalmente programada la actuación de Rocío Morelli, por lo que ella habia acudido únicamente como expectadora, sin embargo, de último momento y ante la ausencia de uno de los novilleros que iba a participar, se decidió que Rocío Morelli lo supliera, pero como ella no estaba preparada para participar en ese festejo, pues evidentemente no llevaba traje ni avíos de torear, por lo que minutos antes de iniciar la novillada, le prestaron la indumentaria necesaria, de entre la que se lleva como reserva, incluyendo un traje de luces, el que por cierto, le quedaba muy grande, y aunque no estaba hecho a su medida ni mucho menos, de cualquier manera Rocío se veía bien, y es que... vamos, ella se vería bien aún si fuese vestida con un saco de patatas.

Y así fue como de último minuto, Rocío pasó a formar parte del cartel que esa tarde estaba integrado por Cristian Hernández, Jaime Ruíz, Juan Solanilla, y providencialmente, la joven torera colombiana.

Los acontecimientos de aquel festejo fueron un tanto extraños e injustos, pero muy bellos, ahora explicaré por que: El triunfador numérico del festejo fue Cristian Hernández, que cortó una oreja, pero en definitiva la gran triunfadora, la que se llevó las más grandes ovaciones y conquistó de manera unánime a los asistentes, fue Rocío Morelli, que al llegar su turno de actuar, enfrentó a un novillo, fuerte, brioso y noble, al que recibió con una larga cambiada y posteriormente toreó por verónicas suaves y rítmicas, para a continuación llevarlo al encuentro con el caballo, ante el que el novillo demostró bravura, sin embargo, después de la suerte de varas el animal emepezó a denotar cierta querencia hacia las tablas, pero Rocío, poseedora de buena técnica y conocedora de los comportamientos de toro, tomó la decisión de no permitir que fuese su oponente, sino ella, quien llevara las riendas de la faena, de modo que se lo llevó los medios y lo toreó por derechazos: Allí empezó la magia.
Rápidamente el público cayó en cuenta de la calidad taurina de la colombiana, y de la perfección estética de su toreo, y empezaron a escucharse los primeros olés, y era solo el principio de todo aquello, la tanda de naturales que le pegó, a pies junto y de frente al novillo, fué algo sin parangón, algo que rara vez se ve en el toreo actual, y era Rocío, la torera que vino de colombia, y aquel novillo mexicano en actuando juntos en perfecta sincronía, como una danza fluida que ambos hubieran ensayado desde mucho tiempo atrás para presentarla aquella tarde, la faena siguió en el mismo tenor hasta que el novillo empezó a acusar cierta pérdida de facultades, momento en el que Rocío se fue a por la espada, no estaba toreando, pero los vivas, los gritos de ¡torera! y las ovaciones seguían, ...y seguían, acaso se guardo un poco de silenció cuando Rocío colocó al toro en posición, y así, recibiendo, le dió la estocada; una sola, en buen sitio, que la que de inmediato el novillo dió acuse de recibo, entonces empezó la tormenta: La plaza entera estaba de pie, las ovaciones parecían provenir de una multitud incalculable, los aplausos, los vivas, ...era como si el mundo temblara, como si se hubiera vuelto loco ante el embrujo de una hechicera de los ruedos, que fué exactamente lo que ocurrió. El novillo demoró en un poco caer, pero finalmente lo hizo, un buen novillo, una buena estocada, una torera de las grandes, y una plaza que había enloquecido.


La torera colombiana Rocío Morelli

Rocío Morelli recibiendo del reconocimiento del público a su gran faena


Inexplicablemente y pese a la exigencia airada de la totalidad de los asistentes, el juez de plaza le negó a Rocío no solo las dos orejas y el rabo, sino que no le concedió ningún trofeo de los que a toda ley se habia ganado, la bronca en los tendidos, desde luego fue monumental y casi estuvo a punto de salirse de control y convertirse en una autética revuelta, pero afortunadamente la prudencia y madurez del apoderado de Rocío y de quienes la acompañaban, evitó que los hechos pasaran a mayores, aunque claro, el juez se llevó esa tarde toda clase de calificativos, y ninguno de ellos, elogioso.

Sin embargo el público era de Rocío, y en un acto justísimo de desagravio, los asistentes le entregaron a la colombiana, la oreja que después de su faena, habia cortado Cristian Hernández y que habia lanzado a los tendidos, y así, entre vivas y ovaciones, le dijeron a la joven torera: "Si el juez no te dió la oreja, nosotros te la damos", fue lo justo, lo mas valioso, una oreja prestada, en remplazo a los apendices que se habia ganado, una oreja prestada que fue el mayor de los premios, el mas genuino, el que le dió el público. Su público.




Nota: Dada la incomprensible actitud del juez de plaza al negarle las orejas a Rocío Morelli, de forma sincera esperamos que tan impresentable actitud se haya debido simplemente a un mal juicio, a un error de apreciación, y no a un acto deliberado, que de haberlo sido, constituiría un hecho grave, y mas aún; incalificable, de haber estado inspirado por la xenofobia o por la misoginia, en verdad, esperamos que no haya sido ese el caso, pero tampoco vamos a callar el hecho de que el juez de plaza incumplió con su labor e incluso violó el propio reglamento taurino, ya que como es sabido, la primera oreja, la concede el público, por lo que, pese al criterio en que se haya basado, el juez tenía la OBLIGACION de concederle por lo menos una oreja a la novillera, y como hemos dicho es un acto de buena fé pensar que se trató solamente de un juicio equivocado, por que de no ser un error, constituiría una afrenta a todos los principios éticos, morales y jurídicos en los que un juez debe basar su actuación, lo que en definitiva lo incapacitaría para seguir siendo juez de plaza, por el momento no mencionaremos en nombre del juez, que de persistir en esas actitudes podría convertirse en reo de proceso administrativo y denuncia pública y política para que sea retirado e inhabilitado del cargo, ojalá que no se tenga que llegar a esos extremos, y que en lo sucesivo dicho juez actúe de manera mas justa e imparcial, lo cual demostraría que si fue un error, y un error puede ser excusable, todos tenemos derecho a equivocarnos.

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